El 6 de mayo de 2002, a nueve días de que los holandeses eligieran como primer ministro a Pim Fortuyn, un joven progresista de izquierdas le descerrajaba seis tiros por la espalda, en la cabeza y el cuello. Pim Fortuyn murió con apenas 54 años. Posteriormente, en el juicio, se aclaró que fue asesinado “para proteger a los musulmanes“. A decir de sus vecinos el asesino era “un joven tranquilo, muy preocupado por los animales”… Sin comentarios. Fortuny era un humanista profundamente liberal, buen católico y homosexual militante, que decidió entrar en política cuando cientos de ciudadanos holandeses festejaban por las calles la matanza del 11-S.
En agosto de 2004 la televisión holandesa emitió Submission, el documental de Theo Van Gogh con guión de Ayaan Hirsi Ali. Tres meses después, el 2 de noviembre de 2004, Theo Van Gogh se dirigía en bicicleta a su trabajo, había rechazado la protección policial, cuando un joven de origen marroquí nacido en Ámsterdam y vestido con chilaba, le disparó. En el suelo le propinó veinte tiros más, lo apuñaló varias veces, lo degolló y dejó una carta clavada en su pecho con el cuchillo. La carta, típico delirio musulmán donde promete una muerte horrible para todos los infieles, de cinco páginas y dirigida a Ayaan Hirsi Ali, iba firmada «en nombre de Alá», con amenazas directas para ella y para otro miembro del partido liberal, un entonces desconocido Geert Wilders. El mismo musulmán, joven tranquilo, bien educado e integrado en la sociedad europea, escribió otra carta abierta a Geert Wilders, en la que también amenazaba de muerte al político y a todos los infieles del ancho mundo. Lo normal en el islam.
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